21 nov 2016

Las mejores universidades iberoamericanas en la fotografía de los rankings

Los humanos somos adictos a la comparación. Sólo así puede explicarse la proliferación de tantos rankings que, en su mayoría, basados en parámetros subjetivos publican periódicamente listas y tablas de clasificación en las que se atribuye lugares en las más disímiles áreas de la vida y la actividad profesional. Hay en ellos una pizca de morbo, un trasfondo seductor de egos que engancha de tal modo que incluso en entornos tan avezados como el de la educación superior resulta imposible abstraerse del embrujo de los rankings internacionales.

Desde la publicación en 2003 del Ranking de Shanghái asistimos a un verdadero torbellino de listas de clasificación que se han ido erigiendo como una inevitable referencia de calidad y excelencia de las instituciones y los sistemas nacionales de educación superior. Ya hoy los rankings universitarios se cuentan por decenas y no hay dudas de que han llegado para quedarse. En lo personal, reconozco su utilidad como fuentes de información y herramienta de trabajo pero soy del criterio que su valor está sobredimensionado y que en dependencia del uso y lectura que se haga de ellos podrían ser nocivos para las propias universidades que en ocasiones abocadas en una competencia desenfrenada por escalar posiciones en los rankings terminan por distanciarse de su esencia y misión institucional.

Comoquiera que este es un tema que despierta enorme interés he querido actualizar con este análisis un par de entradas que publiqué en 2014 en las que abordé con mayor profundidad sobre la utilidad de los rankings y su uso en beneficio de las estrategias de cada institución.  [Leer: ¿Qué vemos cuando revisamos los rankings internacionales? y ¿Cuáles son las mejores universidades de Iberoamérica según los principales rankings internacionales?]. Para ello, he compilado y estandarizado los resultados de las instituciones iberoamericanas que han aparecido en los primeros quinientos puestos en los rankings publicados entre 2011 y 2016 por Times Higher Education (THE), Quacquarelli Symonds (QS), la Universidad Jiao Tong de Shanghái (ARWU) y el SCImago Lab (Scim).

Se muestra a continuación un gráfico en el que aparecen las 30 universidades de Iberoamérica mejor posicionadas en estos rankings y una tabla que recoge las instituciones que logran incluirse entre las 10 primeras a nivel iberoamericano en al menos uno de estos cuatro rankings.

(Hacer clic en el gráfico para aumentar)


Las principales conclusiones que se pueden derivar de este análisis no difieren sustancialmente de las esbozadas hace un par de años:

i) La representatividad de Iberoamérica continúa siendo muy limitada. Las universidades mejor posicionadas aparecen relegadas a los puestos inferiores en los rankings de nivel mundial. Solamente la USP (58,9) consigue una puntuación promedio superior a 50, lo que equivaldría a afirmar que con cierta regularidad consigue ubicarse entre el top 200 de las listas.

ii) Junto a la USP hay un grupo de instituciones formado por la UB, la UAB y la UAM que regularmente aparecen en los principales rankings internacionales aunque por lo general lo hacen en puestos por detrás del 200. Fuera de este grupo, la aparición en los rankings no ha sido integral ni sistemática, siendo que para la mayor parte de las instituciones su clasificación se encuentra entre las posiciones del 400 al 500.

iii) La representatividad por países de Iberoamérica también continúa siendo muy limitada con sólo siete países logrando colocar al menos una universidad en el pelotón de las 30 mejor posicionadas. España (14), Brasil (6), Portugal (5), Chile (2), México (1), Argentina (1) y Colombia (1). La enorme brecha entre los sistemas nacionales de educación superior resulta aún más evidente si alargásemos la lista a 50 instituciones ya que con la única excepción de la Universidad de Costa Rica, el resto de las universidades pertenecerían a este mismo segmento de países. En tal caso, España y Argentina aportarían 5 instituciones más, Colombia aportaría 3, Chile y Portugal lo harían con 2 y además de Costa Rica, Brasil y México estarían representadas con más una per cápita.  

Son muchas las conjeturas que podrían realizarse sobre este tema. Las opiniones sobre los rankings son cuando menos variopintas. En cualquier caso, más allá de los sesgos metodológicos y la subjetividad de criterios e indicadores, resulta obvio que hacer parte de los rankings refuerza el prestigio y visibilidad internacional de cualquier institución y es motivo de regocijo para sus comunidades universitarias. No obstante, conviene no perder la perspectiva. Los rectores y demás directivos universitarios deben cuidarse del peligro que encierra caer en la tentación por quedar bien a toda costa en la fotografía de los rankings.

Las universidades iberoamericanas deben poner el énfasis de su gestión en mejorar la calidad y adecuación de los programas de estudio, en elevar el nivel de los graduados, en fomentar una investigación de alto rigor científico, en construir puentes que le permitan una mejor y mayor contribución en la resolución de los problemas y desafíos de sus sociedades. El compromiso con el desarrollo de sus países y, por ende, de la región debe ser el rasgo distintivo de sus instituciones de educación superior aunque eso no se traduzca necesariamente en un mejor posicionamiento en los rankings internacionales.   

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